Cuando se aborda el arte no conviene hablar de números, pero las cifras son necesarias a la hora de dimensionar una iniciativa como la BienalSul: 350 artistas y curadores; 84 espacios públicos y privados de 32 ciudades, en 16 países, sobre un total de 2.543 artistas de 78 países que se postularon; en un espacio de 18.370 kilómetros; un costo superior a los 2 millones de dólares; y además, los aportes en especies.
La BienalSur se ufana de no tener un centro. “Está deslocalizada y descentrada. Hay sedes en países tan distantes como España o Guatemala, Japón y Brasil; tiene su propia cartografía”, le cuenta el creador y director Aníbal Jozami, a LA GACETA. Él inauguró las exposiciones que le tocaron a Tucumán, en el Museo Timoteo Navarro y en el MUNT.
De hecho el kilómetro cero del mapa está en el viejo Hotel de Inmigrantes, ubicado en el Muntref (el museo) agrega la directora académica, Diana Wechsler.
Jozami es rector de la Universidad Tres de Febrero y coleccionista desde hace 25 años, uno de los más reconocidos del país.
- ¿Cómo hace una universidad para tener tanto poder y armar una Bienal de esta envergadura?
- Hemos establecido asociaciones con otras universidades, como las de Córdoba y de Tucumán, la Complutense de España o la de San Marcos, de Lima (Perú). Pero también con otras instituciones de diferentes países. Recibimos ayuda del Ministerio de Cultura, prometido con el Gobierno anterior y concretado en este. Pero además, del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, del de Tucumán, del BID y de empresas y bancos privados. Tenemos convenios de comunicación con Clarín, con La Nación y con Financial Times. La Bienal se viene construyendo a lo largo de dos años y persigue una integración cultural, con una identidad. Esa identidad es sentirse parte de lo mismo, con sus diferencias. Cada uno con su tonada. Insisto, es ser parte de lo mismo.
- Debés tener un equipo inmenso para manejar y ordenar todo eso….
- Somos cuatro personas las que tomamos decisiones. Pero además contamos con un equipo de curadores y otro de producción. Nuestro presupuesto es un poco más de 2 millones de dólares, al que se agregan los aportes en especies. Es un proyecto necesario en estos tiempos en los que vivimos porque se buscan otras relaciones, de paridad, para las asociaciones; darles más libertad a los artistas.
- ¿Qué características dirías que tiene esta bienal?
- Está descentrada y deslocalizada, lo que permite un mayor contacto entre los artistas y el público, y facilita uno de nuestros principales objetivos, que es buscar otro público para el arte. Ese tema es fundamental: conquistar más espectadores, salir de ciertos cánones.
- Pero mirá que la Documenta de Kassel se hizo en Alemania y también en Grecia. Y pareciera que no le fue muy bien…
- Lo que pasa es que se hacen estas cosas desde una mirada eurocéntrica, desde el que supuestamente descubre. Pero nosotros la realizamos desde el sur, buscando una nueva globalidad, que se afirme desde el sur, insisto. El famoso fotógrafo iraní Reza hizo un trabajo con los chicos de Fuerte Apache y la Villa 21-24, a quienes entregamos una cámara. Y el japonés Katsuhiko Hibino, con artistas argentinos, realizaron una experiencia artística, estética con niños autistas.
- ¿Cómo fue la selección?
- Diana Wechsler: sólo se tuvo en cuenta la calidad artística. La Bienal tiene una política de imagen; nos interesaban aquellas obras o proyectos que interpelaran al sujeto contemporáneo. Nos interesan también los espacios públicos, quebrar los relatos tradicionales. Hay consagrados y emergentes alejados del circuito comercial.